Aunque todavía no caminen, existen todo tipo de posibilidades para calzar a los bebés. A los mayores parece gustarnos llevar a los nenes con zapatitos, a los papás nos gusta que lleven zapatillas hechas a imagen y semejanza de las que llevamos nosotros en una talla minúscula, o a las abuelas que luzcan zapatitos de charol desde bien pronto. Modas aparte, lo que realmente nos debemos preguntar es si es bueno calzar a los niños que aún no andan. Aproximadamente durante sus primeros once meses, y mientras que no se mantienen de pie, la mejor manera y más natural es llevar descalzos a los bebés, y en todo caso, para resguardarlos del frío, lo mejor será abrigarles con calcetines. Porque hay que tener en cuenta que nuestros pies son una sofisticada obra de ingeniería biológica, compuesta por 28 huesos, 33 articulaciones y una compleja red de mas de 100 tendones, músculos y ligamentos, que tienen que recorrer un largo camino para llevarnos a cuestas. Por eso, el calzado para los bebés debe estar adaptado a sus necesidades y no ser una réplica del que llevamos los mayores. Y lo mejor va a ser, siempre que el clima lo permita, dejar descalzos a los niños que aún no andan, ya que si no se les proporcionamos un calzado adecuado, especialmente al principio, cuando son tan moldeables y, por lo tanto, fácilmente deformables, podemos dañar unos pies que han nacido sanos.
Pies descalzos para descubrir el mundo
Durante sus primeros meses de vida, los pies de un bebé son altamente sensibles y son la manera que tendrán de procesar la información, sobre su propio cuerpo y sobre el mundo que les rodea. Por eso, es importante no reprimir la sensibilidad táctil de los pies con calzado, sobre todo si se trata de un calzado no adecuado a sus necesidades. Es a través de sus pieciecitos como los bebés perciben el mundo exterior, recibiendo sensaciones de temperatura o de texturas, que favorecen su desarrollo psicomotor. Cuando el niño juega con sus pies estimula su desarrollo y su conocimiento del mundo que le rodea, sus formas, sus texturas, sus irregularidades y sus temperaturas, favoreciendo así la maduración de su sistema nervioso y su control neuromuscular. Moverse y recibir estímulos con los pies descalzos resulta también esencial para el desarrollo intelectual del bebé. Y además, será la forma en que empiece a conocer su propio cuerpo, porque conocerlo y saber diferenciarlo del resto del mundo es una noción mental fundamental para ir construyendo todas las que vendrán después. A partir del tercer mes suele aparecer el interés del bebé por su propio cuerpo, que será lo primero que explore. Mirarse y mover las manos y también los pies, llevarse a la boca sus deditos y explorar con manos y pies, que son sus órganos táctiles, será su manera de empezar a descubrir su cuerpo y lo que hay a su alrededor.
Por eso es importante tratar de potenciar la libertad de movimientos de los pies y de sus deditos manteniéndolos descalzos, tanto si el nene está sentado en casa en su alfombrita de juegos, en el arenero del parque o bien sobre la hierba del campo o la arena de la playa. El bebé necesita tener la oportunidad de tener la planta del pie en contacto con todas estas superficies diferentes, ya que esto va a estimular las sensaciones táctiles que perciba, y también le ayudará a desarrollar sus reflejos posturales, mejorar la posición de las articulaciones y reforzar la musculatura.
Calzado para bebés que aún no andan
Parece una obviedad, pero en este caso ocurre que se nos olvida que los zapatos están hechos para proteger y dar confort a nuestro pie cuando caminamos. El calzado denominado preandante, e incluso el calzado para el gateo, no son una prenda necesaria ni imprescindible que tengamos que poner a nuestro bebé. Tan sólo cuando las temperaturas son muy bajas, debemos de proteger del frío los piececitos del bebé. Unos zapatitos blandos, amplios y flexibles, que reproduzca tan fielmente como sea posible las condiciones del pie descalzo, o unos buenos calcetines de lana, servirán para resguardar sus pies del frío. Pero no es conveniente encerrar sus pies en un calzado que no necesita, especialmente si no es el adecuado, por ser rígido o de una suela dura que no corresponde a las necesidades de un bebé que aún no camina. No hay que olvidar que el calzado impide recibir sensaciones y añade un peso excesivo a los pies impidiendo hacer lo que necesitan, que es moverse y descubrir lo que tienen a su alrededor.
Cuando ya se ponen de pie y caminan
Al llegar a los 11 o 12 meses, el bebé se agarrara a los muebles, se mantiene en pie, se traslada de un sitio a otro apoyándose en lo que encuentra a su paso, y desde ese momento quedará poco para que se lance a dar unos pasitos cogido de la mano y ya después él solito. Es entonces cuando el pie del bebé, que ya ha recibido con anterioridad de las plantas de los pies y de las articulaciones toda la información para poder coordinar los movimientos y lograr el equilibrio gracias a esa primera etapa de experimentación con las sensaciones táctiles, desarrolla la sensibilidad propioceptiva, que le permite saber la posición y el movimiento de las distintas partes de su cuerpo. En este momento es cuando los papás nos debemos preocupar por la elección del calzado más adecuado para que nuestro hijo se desplace y camine cómodo y correctamente sobre sus pies.
Lo mejor: un zapato adaptado a sus necesidades
¿Cómo podemos saber cuál es el zapato mas idóneo para un bebé que ya camina? Lo principal será que proteja su pie sin deformar la marcha, respetando las formas y dimensiones de sus piececitos, adaptándose a sus movimientos, y amortiguando las cargas y variaciones de volumen que experimenta el pie durante acto de caminar, que por supuesto respete la circulación sanguínea y que, ante todo, sea el que al bebé le resulte cómodo. Y aquí, nada más claro que la reacción de nuestro hijo. Si al ponerle un determinado zapato, lo rechaza, llora o trata de quitárselo, sabremos que no le resulta cómodo, y al revés, si al calzarle vemos que no se queja, y que calzado se mueve de forma cómoda y natural, sabremos que ese zapato es adecuado para el niño.
Otros detalles a tener en cuenta sobre qué tipo de calzado resulta el más adecuado para nuestros hijos que ya caminan, porque a veces la labor de encontrar un zapato que les resulte cómodo y adecuado no es fácil cuando a estas edades, alrededor del año y hasta los dos añitos, todavía no hablan y debemos intuir el que mejor se adapta a sus necesidades. Por ejemplo, es importante tener en cuenta la longitud y el ancho de los pies del niño y compararlos con las medidas del zapato en cuestión, porque no es lo mismo un bebé con pies regordetes que uno de pies finos. Sobre todo, que el calzado tenga la forma natural del pie, y que deje holgura tanto a lo ancho como a lo largo, lo adecuado es sobrepasar más de medio centímetro su ancho y más de un centímetro la longitud, para permitir el juego de dedos. Y una cosa importante: aunque nos dé pena que en seguida le queden pequeños, al empezar a andar, mejor que el zapato no le quede grande.
Más consejos. La suela debe ser flexible y no muy gruesa, para permitir libertad de movimiento. Es bueno si el zapato lleva algún tipo de refuerzo en la punta para contrarrestar el desgaste. Hay que ver cómo es el acabado interior, porque las costuras gruesas o mal rematadas pueden dañar o causar heridas en la piel del niño. El material más recomendable es el cuero natural, y hemos de vigilar las tinturas extrañas, ya que pueden provocar reacciones alérgicas. La forma de atar el zapato es indiferente, siempre que quede bien sujeto. Eso sí, con los nenes lo más cómodo va a ser siempre el velcro, ya que atarles los zapatos con cordones puede resultar a veces una tarea difícil, porque los peques, de forma natural e intuitiva, suelen rechazar que les vistamos, porque al fin y al cabo como ellos están más cómodos es descalzos.