Nos ocurre a los padres, y todavía más a los abuelos, que padecemos la obsesión de querer abrigar muchas veces en exceso a nuestros hijos y, cuando duermen, querer que estén siempre tapados. Menos mal que, para contrarrestar esta manía tan de padres, están ellos, los bebés y niños que, por instinto, van a tratar de destaparse, y si pasan calor por llevar demasiada ropa de abrigo nos lo van a decir o llorarán para comunicárnoslo. No os obsesionéis, es un fenómeno frecuente, que suele cambiar a partir de los 6 o 7 años. Si preguntáis a otros papás os dirán lo mismo: por más que ellos los tapen, sus hijos siempre van a destaparse.
Como los papás, y especialmente las mamás, somos muy sufridores, nos empeñamos en encontrar la manera de que los niños estén siempre arropados. Hay trucos para todos los gustos, desde repetir el gesto de taparles hasta el cansancio, a remeter a conciencia sábanas y colcha para que queden bien apretadas bajo el colchón, pasando por los pijamas manta o los saquitos. Esta clase de saco, acolchado y con cremalleras, puede ser útil si el bebé es muy pequeño. Con bebés más mayores la cosa es más complicada porque, o se mueven mucho mientras duermen o directamente se niegan a meterse dentro. Cuando se trata de niños que ya no usan pañal, y que a veces necesitan hacer pipí en mitad de la noche, la ropa de abrigo, bien sea un saco o incluso un pijama enterizo, va a resultar muy incómoda para la noche.
La pregunta que nos preocupa es: ¿hasta qué punto debemos tapar a nuestros hijos si ellos se empeñan en destaparse? No debemos olvidar que los niños siguen su instinto natural, y saben cuidarse de forma innata. Para ellos la ropa es algo impuesto, algo que les molesta al jugar, al desenvolverse y al dormir, la ropa no forma parte de ellos, les estorba, y no le dan la más mínima importancia. Por eso, aunque pasen la noche destapados, no van a enfermar, que es lo que de verdad nos preocupa a los papás.
Y la siguiente pregunta que nos hacemos es: ¿tiene una explicación que los niños se empeñen en destaparse y acabar siempre encima de la cama con el cuerpo al aire? Aunque como padres no siempre encontramos una explicación a lo que hacen nuestros hijos, la respuesta a esta pregunta podría tener varios motivos.
Por un lado, hay que tener en cuenta que la tasa metabólica basal de los niños es muy alta, mucho más elevada que en los adultos. El metabolismo basal es el gasto mínimo de energía que necesita nuestro organismo para seguir funcionando, un aporte calórico mínimo que también necesitamos cuando estamos descansando o durmiendo, y que depende de factores como la edad o el sexo. En el caso de los niños, que su tasa metabólica basal sea muy elevada se traduce en que la temperatura interna de su cuerpo será mayor. Pensad, por ejemplo, por qué comúnmente las mujeres solemos ser más frioleras que los hombres. Tiene que ver con el hecho de que los hombres poseen una mayor tasa metabólica basal, y por eso, son ellos los que suelen tener una temperatura interna mayor.
Por otro lado, no debemos olvidar que la temperatura corporal de los niños y los bebés también es diferente a la de los adultos. Ellos tienen una temperatura corporal mayor, porque durante el crecimiento el metabolismo es más activo, y por eso producen más calor y además tardan más en eliminar ese calor. Pensad que, por este motivo, la fiebre no se calcula igual en un adulto que un bebé o un niño. Seguro que muchos papás ya habéis consultando a vuestro pediatra, ante la alarma de las primeras décimas de fiebre de vuestro hijo, sobre cuál es la temperatura a partir de la que se considera o no fiebre. Y seguro que vuestro pediatra os habrá comentado que un niño tiene fiebre cuando su temperatura corporal es igual o superior a 38° C, cifra que, cuando somos adultos, significa tener ya una fiebre muy alta.
En la lucha por arropar a nuestros hijos y que éstos no pasen frío por las noches o durante la siesta, es importante que tengamos en cuenta la temperatura de la casa. No es conveniente que dentro de casa haga excesivo calor. Un ambiente caluroso va a dificultar la respiración de nuestros hijos y además les resecará la piel y las mucosas. La temperatura adecuada será la que os resulte más agradable a los papás. Si notáis frío, subid la calefacción, y si notáis calor, no dudéis en bajarla. Tened en cuenta, además, que es necesario que no haya mucha diferencia de temperatura entre unas habitaciones y otras, porque a veces, si estamos con el niño en un lugar de la casa, tenemos la costumbre de poner un calefactor extra, y luego, al salir de esa estancia tan calurosa, notamos frío. Cuidado con los cambios bruscos de temperatura, ya que no son convenientes para nuestros peques.
Llegada la hora de dormir, podemos dejar de preocuparnos porque, si la casa y la habitación de nuestro hijo están a una temperatura adecuada, es seguro que no va a pasar frío aunque se destape. Tened en cuenta además que, como seguramente también os habrá dicho alguna vez vuestro pediatra, si el niño lleva las mismas capas de ropa que lleváis vosotros, estaréis seguros de que no va a pasar frío. Abrigado con su pijamita, unos calcetines y debajo un body pegado a su cuerpo, aunque el niño se destape, es seguro que dormirá calentito. Si no estáis convencidos, probad a tocadle los pies y la punta de la nariz, y comprobaréis que efectivamente ellos están la mar de calentitos por más que prefieran dormir sin taparse.