Todos somos conscientes de ello. Sufrir un resfriado –y ya comienza la época- no es lo mismo con 20 que con 60 años. Y es que en tanto envejecemos nuestro sistema inmunitario se ve más comprometido frente ataques de virus e infecciones diversas.
Este declive inmunitario en tanto envejecemos puede detectarse en el rebrote de ciertos virus pasados los 50 o 60 años. Es más probable sufrir gripe o neumonía en la edad avanzada que en la juventud, y en el fondo es algo que tampoco nos extraña. Tanto es así, que no es infrecuente que en personas ancianas las vacunas tengan una habilidad reducida para generar una respuesta de anticuerpos.
¿Qué tiene que ver esto con las setas? Bueno, en concreto esto tiene que ver bastante al menos con una: el reishi. Un hongo de tradición milenaria proveniente de Oriente y que cada vez es más popular –y no sin motivos como veremos- en Occidente. Aquel deterioro de nuestro sistema inmunitario conforme envejecemos suele denominarse “senescencia inmunitaria”. Y es aquí donde el reishi presenta un papel francamente interesante. Hay estudios animales que han demostrado que por ejemplo en ratones la ingesta de esta seta puede aumentar la longevidad el equivalente a 7 años en un humano. Pero antes de seguir, hagamos un parón sumerjámonos en la historia.
Como he comentado, el reishi es una seta de tradición milenaria. La búsqueda de la mejora de la calidad de vida y del aumento de longevidad no es, en absoluto, nada reciente ni moderno. Todo lo contrario, esto se enmarca dentro de aquella incesante búsqueda del Santo Grial cuyos orígenes se pierden en los más remotos tiempos. Los hongos y las setas ya eran usados por los hombres varios miles de años antes del nacimiento de Jesucristo y el ser humano les había otorgado muy diversas cualidades muchísimo antes de que la medicina moderna pudiera verificarlo de modo científico.
Hablando más en concreto del reishi, su historia data de un par de milenios antes de la era cristiana, lo cual no es cosa menor, y las sociedades orientales lo reconocían como un alimento que mejoraba la resistencia, la energía e incluso la memoria y longevidad. Las autoridades y los jefes de estas sociedades asiáticas solían de hecho mandar expediciones para buscar más hongos reishi de donde obtener. En China y Corea se conoció como el “hongo de la inmortalidad” y muchas otras culturas alejadas de aquéllas ya tenían constancia, al menos en sus clases más altas, de los atributos de los hongos en general y del reishi en particular. En la región mediterránea, los romanos lo consideraban un alimento de dioses y los egipcios, adaptándolo a sus creencias religiosas politeístas, lo consideraban un regalo ofrecido por su dios Osiris. En general, tanto en Oriente como en otras regiones, el reishi era un alimento más que exquisito: era propio de la realeza, los nobles o en su defecto las clases más altas social y económicamente.
Pero sobre todo fueron los orientales quienes más lo veneraron y, sobre todo, cultivaron. Tan arraigado llegó a estar el reishi en la cultura popular asiática que formó parte del cuento chino “La serpiente blanca”, en el cual su heroína intentó robarle a los dioses la planta del reishi para así salvar la vida su amado.
A pesar de tanta historia, en realidad no fue hasta muy entrados los años 70 del pasado siglo cuando comenzó el cultivo más masivo del reishi. Fue entonces cuando la ciencia comenzó a corroborar aquellas intuiciones y experiencias que durante siglos habían tenido y experimentado tantas personas y culturas diversas.
Tras este viaje histórico desde luego apasionante, ¿qué sabemos hoy del reishi? Como decía al principio, su efecto estimulante sobre el sistema inmunitario es de lo más destacable. Por ejemplo, el reishi activa nuestras células asesinas que entre otras tareas son capaces de combatir el desarrollo de tumores antes de que se formen. Hay incluso estudios que concluyen que el consumo de reishi durante sesiones de radio o quimioterapia mejora la respuesta del paciente hasta en un 50%.
Pero sus beneficios van más allá. Algunos de ellos pueden entenderse si tenemos en cuenta que el reishi también actúa como antioxidante. En concreto, tras el consumo de reishi puede detectarse a los 90 minutos en sangre y a las 3 horas en la orina el aumento de la capacidad antioxidante de nuestro organismo. Y no sólo eso: el reishi es capaz de estimular las neuronas, previene la formación de células grasas nuevas en personas obesas y favorece la limpieza del hígado.
La naturaleza nos da cosas maravillosas. Nuestros antepasados tenían muchas intuiciones bien acertadas sobre la salud y la longevidad. El consumo de hongos en general, y de reishi en particular, era y es una de ellas.